El ABC de la Geometría Sagrada
Tal vez algún lector se extrañe por este
artículo, habida cuenta que he profundizado hace años en la difusiòn de
esta disciplina (por ejemplo, a través del curso gratuito que hemos dispuesto al alcance de cualquiera, aquí).
Pero sé por experiencia que muchas personas, al carecer de una síntesis
explicativa sobre qué es la misma, pierden interés en ir más allá. Para
paliar esa carencia, he escrito estas líneas.
También en la docencia esotérica, las
elecciones profesionales reflejan muchas expectativas, aspiraciones,
sueños. En mi caso, debo admitir que trabajar esta disciplina me lleva,
humildemente y casi en un susurro, a afirmar que, si fuera posible (¿y
por qué no?) dedicaría en un futuro exclusivamente mis esfuerzos
intelectuales al estudio —y obvia aplicación— de esta disciplina. No es
sencillo (aunque siempre ansiado) encontrar una Síntesis, una Piedra
Filosofal del Conocimiento verdadero, una herramienta de multiuso
intelectual y espiritual con la que continuar el camino; y no creo estar
muy lejos de la verdad si sostengo que es precisamente la Geometría
Sagrada, la gema del Grial, si no el Grial mismo.
Suena rimbombante, soberbio, casi
solipsista, digamos. Pero no mentiroso. Pues de ello se trata: así como
Einstein buscaba una ecuación Universal que explicara al Universo en su
conjunto y en sus mínimas partes, la Geometría Sagrada enhebra en una
continuidad armónica el Macro y el Microcosmos. En algún punto, casi por
el medio, está el ser humano. Y es en su esfera vivencial donde podemos
aplicar los descubrimientos de aquella.
Repasemos el concepto. La Geometría
Sagrada puede comprenderse según en que dirección miremos: hacia lo
infinitamente grande o hacia lo infinitamente pequeño. Pero podemos
comprenderlo mejor si partimos de un punto intermedio, por ejemplo,
nuestro propio entorno.
¿Dónde está allí la Geometría Sagrada? Ya
he citado a lo largo de varios artículos algunos ejemplos. Valga volver
sobre el particular: muchas iglesias católicas (como la de la
Candelaria, en Punta del Este, Uruguay) tienen una desviación de la nave
central —proyección del acceso hasta el altar— respecto del Norte
magnético, tanto como 52º. El mismo ángulo que la Gran Pirámide.
Y que la abertura de la Pata de la Oca, símbolo esotérico de raigambre.
Aún más, ciertos ritos masónicos sostienen que ese, y no otro, debe ser
el ángulo que separe las patas del compás emblemático. O los pentáculos
que se descubren sobre tantas geografías al unir en un mapa centros
espirituales o devocionales. O la correspondencia entre la disposición
de las tres pirámides de Gizeh y el cinturón de Orión. O entre las
catedrales góticas francesas y la constelación de Virgo.
El “número áureo” se repite en diferentes culturas | (Notre Dame y el Partenón.) |
La Geometría Sagrada está presente en el octógono de las iglesias templarias, en el misterio de las catedrales (Fulcanelli dixit),
en las “divinas proporciones” (o “número áureo”) de Notre Dame de París
y el Partenón, en la disposición y distancia de los centros
ceremoniales del Ánahuac mexicano que reproducen en un todo la
disposición y distancia de los planetas del Sistema Solar entre sí, en
tiempos en que oficialmente en Europa sólo se conocía el mismo hasta
Saturno. En el trazado de las calles de tantas ciudades (Washington en
Estados Unidos y La Plata en Argentina). En las relaciones de planta entre el
Vaticano y (otra vez) Gizeh. En las “líneas Ley” extendidas sobre toda
Inglaterra y Francia. En los laberintos de Cnossos. En las espirales
astronómicas y la “iglesia retorcida” de Saint Outrille. En la “estrella
de David” (en realidad, el “sello de Salomón”) del rosetón principal de acceso a la
catedral —obviamente católica— de la ciudad de Formosa, Argentina. Los
ejemplos son innumerables y su sola mención agotarían.
Mencioné de paso las “líneas Ley”, llamadas así por vincular poblaciones
o sitios antiguos cuyos nombres finalizan en la sílaba “Ley” o “Leigh”.
Pero no puedo dejar de señalar la importancia del aporte de la
Geometría Sagrada en este punto, toda vez que la “geometrización de la
superficie terrestre”, de acuerdo a determinados y puntillosos
criterios, permite establecer —otra vez— figuras geométricas como
pentáculos, o indicar puntos coincidentes con anomalías magnéticas o de
características energéticas particularmente significativas para la vida
humana (como la red de Bruce Cathie, las líneas Hartmann, etc). De
hecho, me pregunto cuántos geobiólogos, radiestesistas o especialistas
en Feng Shui se han abocado a estudiar, siquiera por curiosidad, la
Geometría Sagrada; de hacerlo —como yo lo he hecho— encontrarían allí no
solamente argumentos y evidencias de peso, sino criterios muy útiles
para optimizar la vida cotidiana de sus consultantes. Cathie, sin
incursionar (que sepamos) en aspectos tan sutiles, señalaba ya en los
tardíos ’60 que las “líneas de fuerza” geométricamente señaladas por él
sobre el globo terrestre explicaban la naturaleza de la propulsión —o el
comportamiento— de los OVNI. No fue nunca tomado en serio por ovnílogos
que ni siquiera tuvieron la humildad intelectual —o la metodología
científica— de investigar antes de opinar. Y que —sugestiva señal de
poca perspicacia— nunca se plantearon esta hipótesis que aquí esbozo (y
dejaré para otra oportunidad ampliar): si es correcta la teoría del
Campo Unificado einsteniano y la Gravedad, entonces, no es una “fuerza”
en sentido electromagnético sino la deformación espacio-temporal en un
punto dado y, en consecuencia, esta inevitable e indetenible fuerza que
nos atrae hacia el centro de la Tierra (en nuestro caso) es “sólo” una
manifestación geométrica del espacio-tiempo, ¿entonces no es obvio que
cualquier otra línea de energía geométrica —sobre este planeta o
cualquiera en el espacio, etc.— tendrá una fuerza tan aprovechable (si
sabemos dirigirla) como la propia gravedad? Que es como decir, ¿y si la
naturaleza de los OVNIs o, cuando menos, sus sistemas de traslación,
fueran revisados con criterios de Geometría Sagrada?
En este conjunto de patrones comunes, que
todo pase por unos pocos polígonos y poliedros no es casual, pues es
fácil comprobar que esas mismas figuras y formas se repiten a escala
cósmica. Los mismos patrones organizan y ordenan al Universo. Esto es
—si para ustedes semejante “aval” es importante— una verdad científica,
toda vez que el descubrimiento de los fractales constata para el
paradigma tecnológico contemporáneo la validez milenaria de la voz de
Toth hablándonos desde el más remoto pasado (“Es verdad, es cierto y muy
verdadero, que lo que es arriba es como lo que es abajo y lo que es
abajo es como lo que es arriba para hacer el milagro de Una Sola Gran
Cosa bajo el Sol”). En consecuencia, la repetición de esos patrones
geométricos en el legado de tantos pueblos antiguos y tantos grupos de
conocimiento esotérico de hoy no habla solamente de la Sabiduría de
comprender que el Todo es Geometría Pura. Habla también de otra cosa.
Y aquí entra a tallar lo Microcósmico. Pues si el Orden Universal, la Armonía Cósmica[1] responde a patrones geométricos, la armonía personal (en
nuestra vida de interrelaciones sociales, en nuestros afectos, en
nuestro trabajo, nuestra salud física y psíquica y, claro, nuestra
espiritualidad) también dependerá de que exista —o no— orden,
organización, relaciones proporcionales. Y esta Organización ha de ser
una expresión “fractal” de aquella que ordena al Universo.
Enfoquémonos en este punto. Si admitimos
que podemos “corresponder” (asociar con fundamento) los eventos de
nuestra vida con formas y figuras geométricas, a fin de cuentas éstos no
resultarán más que proyecciones fractales inmensamente microcósmicas de
aquellas que —en la otra dirección— se perciben en el Cosmos. Por
definición, los problemas, los conflictos, los obstáculos todos, más
allá de su manifestación aparente (o “percipiente” en nuestra vida
cotidiana) serán la expresión del desorden y desorganización cada vez
más alejada del patrón geométrico original. Pues bien, como ya se ha
señalado, se cumple a rajatabla el Principio de Correspondencia[2], y
por carácter transitivo, será la aplicación conciente del Principio del
Mentalismo lo que nos permitirá vivir en resonancia con una Serialidad
positiva de eventos en nuestras vidas. Trabajaremos pues, representando
—que es hacer real lo ideal— polígonos y poliedros en función de ciertas
aplicaciones en situaciones cotidianas.[3]
Se comprenderá entonces que, así, la Geometría Sagrada se transforma
—dicho está— en una Síntesis genial de la Realidad. Y abre, lógicamente,
vías de especulación e investigación fascinantes. Por ejemplo, ante el
misterio de los “agrogramas”[4]. No solamente tienen sentido e
interpretación bajo la luz de los preceptos de la Geometría Sagrada.
Está en el albedrío de cada uno el comprender que se trata de un “metalenguaje” de orden superior.
Finalmente —last but not least, como solía escribir el genial
Antonio Ribera— es necesario dar a la Geometría Sagrada su justo lugar
en nuestra vida. Su “sacralidad” es más un referente a su presencia en
la cultura que a una naturaleza divina; no debemos deificarla ni creer
que a través de ella seremos, como self made men, apoteósicamente
disparados a la meta del camino espiritual. Es, lo escribí ya, una
herramienta, pero eso sí, formidable. A fin de cuentas, Dios/Diosa,
Él/Ella es el/la Gran Arquitecto/a del Universo y debe ser,
necesariamente, un/a formidable Geómetra.
[1] Como ya he escrito en alguna ocasión, prefiero hablar de “Armonía” y no “Equilibrio”, pues este puede ser de dos clases: estable e inestable. El inestable —un cuchillo sobre su filo— requiere de fuerzas de tensión para lograrse y se pierde a la menor contingencia. El estable —un cubo apoyado sobre una de sus caras— no, pero al mismo tiempo cuenta con una brutal inercia que le impide todo cambio, toda “evolución a otra situación”. Al igual que en el espíritu humano, un “equilibrio” interior puede ser inestable (exigir grandes tensiones para lograrse, y al mismo tiempo y por ende extremadamente imprevisible y momentáneo) o estable (pero fosilizado, anquilosado, entonces el individuo no evoluciona). Algo similar a la expresión “paz interior”: la “paz” es la de los cementerios. Por eso remitimos a la expresión “Armonía”.
[2] Principios Fundamentales del Universo, ver “Al Filo de la Realidad” números 2 a 17.
[3] A título meramente informativo, diremos que trabajamos en Psicogeometría con doce figuras y formas, doce “mudras” y doce “posturas”.
[4] También conocidos como “agroglifos”, “círculos en las cosechas”, “crop circles”, etc.
Autor: Gustavo Fernández, Director del Centro de Armonización Integral y de Al Filo de la Realidad